Thursday, September 18, 2008

EL HOMBRE DE LA BOLSA


"EL HOMBRE DE LA BOLSA"

Cada vez que llegaba la hora de almorzar, Myriam, no podía lograr que el pequeño Tobías, comiera.
Alguien, algún consejero de esos que nunca faltan, le dijo:
-Dile que si no come vas a tener que llamar al “Hombre de la bolsa”.
-¿Te parece que dará resultado?
-Creo que si, además, ¿qué puedes perder…?
Y Myriam siguió con el consejo.
De ese modo, cada vez que Tobías no quería comer, le decía:
-¡Si no comes, llamo al “Hombre de la bolsa”! Y el pobre Tobías imaginaba que un hombre malo y feo vendría a buscarlo. Se ponía llorar y… comía.
Hasta que un día, el niño se cansó de ser amenazado y le dijo a su madre que no comería.
La madre se asomó a la ventana y llamó entonces al “Hombre de la bolsa”.
-¡Hombre de la bolsa, hombre de la bolsaaaa!
Y apareció un hombre alto y grande con una bolsa gigante, de esas que se usan para consorcio.
Tobías, exaltado y excitado por la curiosidad, salió a verlo.
El hombre preguntó:
-¿Quién me llama? y Tobías respondió:
-Mi mamá.
-¿Cual es tu mamá?
-Esta, dijo el niño señalando a su madre.
Entonces, fue así que el grandote, la metió en la bolsa y se la llevó…


Norberto Pannone © 2007

LOS CONDENADOS


LOS CONDENADOS

Acurrucados, temerosos, alertas. Todos estaban allí, aguardando la macabra hora de su trágico final.
Ese rectángulo que los contenía era su última morada de vida, después, perderían uno a uno sus cabezas en una muerte explosiva, brillante, inexplicable.
Un hilo de luz se filtró por la abertura y una vez más uno de ellos fue arrancado de allí. Escucharon luego el refregón y el estampido y, temblando de furia y de miedo, comprendieron que otro de sus hermanos había muerto.
Era verdaderamente aterradora aquella incierta espera. Ninguno de ellos sabía a quién ahora podría tocarle. La inminencia de la muerte exacerbaba el albur que cada uno correría.
Eran elegidos al azar, sin discriminar. El verdugo nunca se detenía a mirarlos, sabía muy bien que cada uno debía morir tarde o temprano.
La voz llegó hasta ellos y los sacudió con su fatídico sonido.
-¿Dónde dejaste los fósforos?
-Sobre la alacena. Respondió otra voz.
Y la gigante mano tomó a uno de ellos y con terrible saña, le arrancó la cabeza al frotarlo sobre el costado de la caja que los contenía.


Norberto Pannone © 2008

Wednesday, September 17, 2008

REENCUENTRO

REENCUENTRO


Justo ahora
te encuentro,
cuando casi te había
olvidado.
Estamos diferentes.
El tiempo no acontece
en vano.
Ya no me gustan
como antes los helados
y sé que a ti
no te regalan rosas
ni claveles blancos…
que son los hijos de tus hijos
los amados.

Por lo demás,
nada será igual,
aunque al filo de las sombras
tropezamos.
Algo en el aire tiene
otro perfume.
Alborada lejana
y la memoria actual
con la herida
dibujada en el rostro
del espejo nublado de temores.

Así y todo,
con toda la aflicción
por lo que amamos,
nos dimos cuenta
que el amor es un estado…

Pero, perdón,
-¿Y a tí como te ha ido?

-“En realidad, fueron
casi las mismas cosas:
extrañas situaciones,
idas y venidas.
Días de sol
para llorar un poco
y días de bruma
donde todo reía”.

-“En fin, ya sabes:
vivir la vida,
amar cada segundo
como el último.
Creer.
Confiar en las palabras buenas
y olvidar aquellas,
que no lo son tanto…
reír, callar, soñar,
cantar de a ratos…
y seguir sobre todo,
demorando”.

-“Los amigos nuestros
iniciaron algunos
el viaje inesperado.
Y de aquellos,
los que fueron amantes:
advierto que muchos
siguen esperando…”

-“Yo creí que aún,
te gustaba el helado…”

-“Me olvidé de las rosas
y los claveles blancos…”

Norberto Pannone © 2006