
LOS CONDENADOS
Acurrucados, temerosos, alertas. Todos estaban allí, aguardando la macabra hora de su trágico final.
Ese rectángulo que los contenía era su última morada de vida, después, perderían uno a uno sus cabezas en una muerte explosiva, brillante, inexplicable.
Un hilo de luz se filtró por la abertura y una vez más uno de ellos fue arrancado de allí. Escucharon luego el refregón y el estampido y, temblando de furia y de miedo, comprendieron que otro de sus hermanos había muerto.
Era verdaderamente aterradora aquella incierta espera. Ninguno de ellos sabía a quién ahora podría tocarle. La inminencia de la muerte exacerbaba el albur que cada uno correría.
Eran elegidos al azar, sin discriminar. El verdugo nunca se detenía a mirarlos, sabía muy bien que cada uno debía morir tarde o temprano.
La voz llegó hasta ellos y los sacudió con su fatídico sonido.
-¿Dónde dejaste los fósforos?
-Sobre la alacena. Respondió otra voz.
Y la gigante mano tomó a uno de ellos y con terrible saña, le arrancó la cabeza al frotarlo sobre el costado de la caja que los contenía.
Norberto Pannone © 2008
Acurrucados, temerosos, alertas. Todos estaban allí, aguardando la macabra hora de su trágico final.
Ese rectángulo que los contenía era su última morada de vida, después, perderían uno a uno sus cabezas en una muerte explosiva, brillante, inexplicable.
Un hilo de luz se filtró por la abertura y una vez más uno de ellos fue arrancado de allí. Escucharon luego el refregón y el estampido y, temblando de furia y de miedo, comprendieron que otro de sus hermanos había muerto.
Era verdaderamente aterradora aquella incierta espera. Ninguno de ellos sabía a quién ahora podría tocarle. La inminencia de la muerte exacerbaba el albur que cada uno correría.
Eran elegidos al azar, sin discriminar. El verdugo nunca se detenía a mirarlos, sabía muy bien que cada uno debía morir tarde o temprano.
La voz llegó hasta ellos y los sacudió con su fatídico sonido.
-¿Dónde dejaste los fósforos?
-Sobre la alacena. Respondió otra voz.
Y la gigante mano tomó a uno de ellos y con terrible saña, le arrancó la cabeza al frotarlo sobre el costado de la caja que los contenía.
Norberto Pannone © 2008
Muy original tu relato, tienes tanto para leer, que me lo tomaré con calma...porque soy bastante exhaustivo y me gusta llegar al fondo...enhorabuena por tu brillante carrera artística y por tus páginas...un abrazo de azpeitia
ReplyDeleteQue tal don Norberto, mi nombre es Daniel Coletta y sinceramente me han gustado mucho sus relatos, especialmente el del encuentro con Borges aunque no lo leí en este blog sino en una revista literaria digital. Creo advertir una gran influencia del maestro en usted, y eso es, tal vez, lo que me atrae ya que soy un gran admirador de Borges y consulto constantemente sus páginas.
ReplyDeleteNo quiero demorarme, Norberto, en felicitarlo también por su trayectoria. Hago propicia la ocasión para dejarle la dirección de mi blog, donde encontrará (así lo deseo) algún que otro párrafo interesante mezclado entre cuentos de sospechosa concepción; y si esta de buen humor, hasta se atreva a dejarme un comentario.
No lo aburro más, que tenga usted muy buenas noches
¡Que cabeza la mía!:
ReplyDeletehttp://dcoletta-ensayosnovelisticos.blogspot.com.ar
La crudeltà raccontata senza timore, allo stato puro.
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