Thursday, February 08, 2024

COPLAS de AMOR y de OLVIDO - Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina

 










COPLAS de AMOR y de OLVIDO


Cuando tú me olvides,

cuando no me quieras,

pensaré muy triste:

¡qué absurda quimera!

 

Cuando yo te olvide,

cuando no te quiera:

¡siempre habrá un invierno,

nunca primavera!


NORBERTO PANNONE, Buenos Aires, Argentina

norbertopannone@gmail.com


Saturday, May 25, 2013

DIOS Y YO

DIOS Y YO


Todo parece excelente cuando lo contemplo a la distancia y, si llego hasta el final de lo supuesto, el alma siempre ambiciona más.
Ni siquiera la gloria es capaz de satisfacer a los grandes espíritus capaces de treparla; por eso, el presente nunca es tanto como el pasado y el futuro, es por eso también que, Dios se retira de mí a medida que busco acercarme a él, es decir, que cuanto más claro entiendo la existencia  de Dios, mejor vislumbro cuán distante está  mi mente de comprenderlo.

                                                                 Norberto Pannone

Saturday, June 18, 2011



POEMA EXALTADO


Qué te pasa poeta con las dudas
que al crecer de la vida, te devoran?
Ya no juzgas la caricia de las putas
ni el impío dolor de la señora
que alguna vez se queda viuda
y usa sólo un ojo cuando llora?

Qué los parió a los gatos
que acarician las piernas con su cola!
Me agobia el niño que al encargo
viene a pedirte sumiso la limosna.
Me revienta la rubia cincuentona
que aparenta disfraz de mocetona.

Qué te pasa poeta, ya no escribes
de la memoria, la nostalgia y el amigo,
ni del recuerdo del comienzo que te inhibe
por el apuro genital, definitivo?
Arrinconaste la quimera que buscabas
en la torpe estampa del olvido.

Qué te pasa poeta, ¿no aprendiste?
La promesa es cuestión desvergonzada
y la limpia sonrisa ya no existe,
fue aflictivo tempesteo de un verano,
necesidad de que el otro satisfaga
su ego tan ridículo y humano.

Norberto Pannone

Wednesday, May 18, 2011


LA PROEZA DEL HOMBRE

Ha muerto un hombre.
No sé ni su nombre
ni me asombra su edad,
ni me acuerdo el vestido
que portó en el disfraz.
Hoy se ha muerto un hombre.
Dicen los que lloran,
que era pura piedad,
e imaginan que el pobre
subirá por la escala
ocupado en la carga
de pensar en su paz.
Me pregunto si el hombre
que adoptó sucumbir,
se subió con coraje
al pequeño carruaje
que dispuso al partir;
si es verdad lo que dicen:
que hay horarios honestos
que disponen los sabios
para saber morir.
Yo no lloro con ellos,
la aventura es vivir
y cualquiera se muere
cuando quiere morir.
La más grande proeza
que revelo en el hombre
no es partir con arpegios
y que el otro se asombre
porque ignora lo cerca
que se oculta el allá.
Lo admirable del hombre
que transita la vida,
es morirse de viejo
con el alma erguida
sin saber donde va.
Aquel que lo logre
viajará en las simientes
floreciendo en el orbe
con el fruto del siempre.

Norberto Pannone


Recuerdos y Nostalgias


La nostalgia no es el recuerdo al que rezamos.
El recuerdo es una foto fría.
La nostalgia es la emoción que fuga de la imagen.
La imagen es una mancha amarilla de papel
que se avejenta en el orbe temporal.
Sólo la nostalgia es indeleble
Sólo la nostalgia perdura omnipotente
y permanece en aquello que fue Dios:
La ternura, El placer, El amor, La pasión...
Esa maldita nostalgia, a veces tan hermosa
captura el paso del horror
y me condena.
Y la distancia se escarcha en los barrotes legendarios
del dolor.
Y me pare poeta
en un catre de vino
arrullado en el humo del tabaco mejor.
Y la veo en los días donde a veces pienso
que hilvané algunos versos
para amarte mejor

-Vuelvo en el canto del mítico gorrión
para alegrar tus mañanas de sol...
y el eco de tu voz resuena
en el anémico jardín de la ilusión-.

Sólo la imagen me abruma
como esa foto de amarillo cartón
donde ha muerto el color.
Sólo la nostalgia me desnuda.
¿Cómo regreso en el tiempo
a confesar mi nostalgia?

Norberto Pannone

Tuesday, November 16, 2010


EL AVATAR


Su mirada desgranaba cierto atisbo de perturbación.Yo, no le entendía muy bien y casi con enojo lo insté varias veces a que me explicara en detalle aquello que pretendía decir. Además, no comprendía por qué a mí.


El hombre, sin dar el contenido exacto ni el sentido racional a mi demanda, repitió:


-“Me asignaron dos existencias para que las tome como discípulos. No pude negarme y debí aceptar”.


-“Ninguno vendrá sabiendo ni conociendo nada del otro -continuó- pero sí, sabrán a la perfección todo lo indisoluble de mi ser. Mi final, estoy seguro, será el principio”.


-“Dicen que he llorado dentro de un vientre y que casi me estrangulo en la concepción, de manera que, ¿sabe?, supongo que estos dos también arribarán después de haber transitado el camino desde algún desagrado vital...”


Yo, cada vez entendía menos de aquel asunto y maldecía en mi interior por haberme prestado a ese encuentro accidental. Casi por compromiso, simulé que seguía con diligencia su razonamiento, aunque, afanosamente, buscaba alguna distracción para huir de la influencia. Mi plexo solar se contraía exasperado frente a la enorme energía que irradiaba el hombre.


-“Los dos podrían matarme, estoy seguro de ello. Lo percibo. Debo manejar el asunto con prudencia”. -Señaló.


-“Cuando expire, ellos se harán cargo de mis deudas ya que sabrán toda mi historia”. -Concluyó.


Después de un prolongado silencio, continuó explicando:


-“Cada uno por su lado irá por mis cuentas, exigiendo a mis deudores, aunque exista la duda de que cobren dos veces las mismas. Sin saberlo o por negligencia”.


-“La Autoridad me impuso que los recibiera por separado evitando que se conociesen entre sí. Podría ser peligroso si llegaran a descubrirse”.


El hombre, recogió su magnífica cabeza sobre el pecho desnudo y musitó con tristeza:


-“Fracasé en el intento. Hubiese sido mejor que ninguno de los dos supiera del otro hasta el final. Por el Después, ¿comprende? -Por más que me lo propuse, no pude apartarlos a tiempo y, como un estúpido, les hablé del amor... Allí, me di cuenta que el poder que me fuera concedido no sirvió de nada...”


Finalmente, vencido y con desgano, aquel hombre develó el arcano:


-“Macho y hembra son. Temporales, por supuesto. Seres humanos, creo... Así, con esa enunciación, llegaron”.


En este punto del monólogo creí comprender la causalidad de aquél encuentro. Miré en mi derredor y advertí que yo era el último inmortal que aún resistía.


El hombre, subió a la cruz, abrió sus brazos, y expiramos juntos.


Algo más tarde, el sol se acostaba en el sempiterno socavón del Siempre...


Mañana, o esta noche misma, quizá, los hombres comiencen a escribir un nuevo libro. Tal vez lo llamen: “El Tercer Testamento” o “El avatar”.


Norberto Pannone

Wednesday, September 08, 2010





MOISÉS


La tarde invadida de plácidos soles, recogió en su otoñal condición el llanto inaugural.
Casi a orillas del río, entre un grupo de zarzos, nació el niño.
Su madre era de una palidez increíble y de cabellos casi blancos, como la paja del trigo excesivamente maduro.
La mujer lo sumergió en la corriente y lo enjuagó, de inmediato, lo envolvió en una manta y lo trajo hasta el regazo dispuesta a amantarlo. El niño interrumpió su llanto en el reconocimiento.

Canú, asustado, llegó desde la fronda y se arrodilló ante la pálida mujer en señal de respeto y gratitud. Después, lloró algunos instantes y volvió a la nave que partió velozmente.

El niño sin nombre, crecía con la misma plenitud de la naturaleza que lo rodeaba.
Había aprendido a dar sus primeros pasos demostrando una extremada atracción por el río. Debido a su obsesión por el agua, su madre le había bautizado Moisés.
Así, a medida que crecía, pasaba largos momentos contemplando el remanso que se formaba en el recodo del río. Le fascinaba la orilla opuesta donde, por las tardes, la arena brillaba bajo el sol.
Desde la otra margen, cuando su madre no estaba alerta, sobre la rubia arena, otro ser, exactamente igual a Moisés, también se extasiaba en la mutua contemplación. Tenía el mismo color que los ojos que Moisés y el cabello tan rubio como la paja del trigo excesivamente maduro.
Fue así que, llegada la cuarta luna del año solar, Moisés, decidió cruzar hasta la otra orilla. Bajó por la pequeña barranca pedregosa, apoyó sus pies sobre la superficie del agua y, sin ninguna sorpresa ni temor, sin hundirse, caminó sobre la superficie hasta la otra orilla donde la hermosa criatura que había contemplado desde tanto tiempo lo esperaba ansiosamente. Descubrió en aquel momento, la diferencia de sus formas.
Largo rato se miraron a los ojos al tiempo que establecieron el contacto. Después, durante varios soles, Moisés cruzó hasta la otra costa del río, siempre sin hundirse.

Canú, llegó un atardecer y le recriminó. Esa fue la última vez que supo de él. Luego, recordaría por largo tiempo la estela azul que atravesó la cima del bosque.

Una tarde, hallándose el joven de regreso caminando sobre la faja del río, justo en el medio del cauce, comprendió que ya no podría resistirse a la tentación de volver al otro día, y al otro, y al otro...

Entonces, fue allí que Moisés se hundió velozmente, desapareciendo definitivamente de la superficie.
Quizás ahora, el trigo ya no volvería al rubio color del henil excesivamente maduro.


NORBERTO PANNONE